viernes, 29 de septiembre de 2017

FRANCESC CAMBÓ I BATLLE

 
 
Pese a que su paso por el Ministerio de Fomento fue breve, poco más de siete meses, la actuación de Francesc Cambó i Batlle fue clave para intentar superar la situación provocada por la primera crisis energética que asoló a la economía española hace un siglo. Nacido en Verges (Girona) en 1876 en el seno de una familia burguesa, tras cursar estudios de Derecho y Filosofía y Letras se implicó activamente en la vida política catalana, en el seno de la Lliga Regionalista, organización política catalanista y conservadora, defensora de los intereses de la burguesía local.
 
Su carrera política despegó en 1907 al ser elegido Diputado por Barcelona. Cinco años más tarde sustituyó a Luis Ferrer-Vidal i Soler como diputado por el distrito de Castellterçol, cargo que repetiría en sucesivas elecciones hasta el golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923. Además, tras el fallecimiento de Enric Prat de la Riba en 1917 se convirtió en el principal dirigente de la Lliga Regionalista.
 
La crisis energética de 1917 tuvo inmediato reflejo en la delicada situación política de la España de la Restauración. En consecuencia, el 22 de marzo de 1918 se constituyó un gabinete de concentración de conservadores, liberales y regionalistas, presidido por Antonio Maura. En el nuevo gobierno, a Francesc Cambó le correspondió encabezar el Ministerio de Fomento.
 
Al frente del ministerio, Cambó pudo constatar la caótica situación de la red ferroviaria así como las graves consecuencias de la falta de carbón para la economía española. Por ello, y pese a la brevedad de su mandato, que concluyó el 9 de noviembre de 1918, impulsó medidas que marcarían la política del país en estas materias en los siguientes años. Cambó apostó firmemente por nacionalizar la red ferroviaria española, proceso que no culminaría hasta años más tarde, con la constitución de Renfe en 1941. Asimismo, impulsó la materialización de La Ley de Ferrocarriles Carboneros, aprobada pocos días antes de llegar al ministerio, el 14 de marzo de 1918,  cuyo objetivo era facilitar la explotación de nuevas cuencas hulleras mediante la urgente construcción de nuevas vías férreas. Dado que pocos meses después concluyó la Primera Guerra Mundial, muchos de estos proyectos no llegaron a materializarse, pero otros si llegaron a implantarse, como es el caso de los ferrocarriles de Puertollano a Conquista, Calahorra a Arnedillo y a las minas de Préjano y, sobre todo, el de Ponferrada a Villablino.
 
Fruto también del trabajo desarrollado por Francesc Cambó al frente del ministerio fue la Ley de 24 de julio de 1918 que impulsaba la electrificación de la rampa ferroviaria de Pajares, verdadero cuello de botella en el transporte de los carbones asturianos al interior peninsular. Aunque la obra no quedó completada hasta el año 1924, con ella se logró ampliar la capacidad de transporte en este punto a más de 12.000 toneladas diarias.
 
El 14 de agosto de 1921 Cambó volvió al gobierno, nuevamente de la mano de Antonio Maura, en esta ocasión como Ministro de Hacienda, cargo en el que se mantuvo hasta el 8 de marzo de 1922. Tras el golpe de estado de Primo de Rivera, Cambó se mantuvo al margen de los nuevos gobiernos mientras que, tras la llegada de la Segunda República, sus posiciones se escoraron progresivamente hacia la derecha, hasta el punto de apoyar públicamente, a partir de octubre de 1936, al bando franquista durante la Guerra Civil. No obstante, optó por exiliarse, primero en Francia, más tarde en los Estados Unidos y, finalmente, en Argentina, donde dirigió los intereses de la empresa eléctrica CADE. La muerte le sorprendió en la capital argentina, el 30 de abril de 1947, a los 70 años de edad.
 
Fue destacado el papel de Cambó como mecenas de actividades artísticas y culturales. Su colección personal de arte contaba con destacadas piezas de pintura antigua y del Renacimiento. Donó algunas de sus piezas más destacadas al Museo del Prado, como es el caso de tres tablas de Sandro Botticelli (serie de Nastagio degli Onesti), si bien el grueso de la colección, con obras de Rubens, Fragonard, Goya, del Piombo y Tiepolo, permaneció en Barcelona y se exhibe en la actualidad en el Museu Nacional de Art de Catalunya (MNAC). Además, impulsó la creación de la Fundació Bernat Metge, que editó numerosas traducciones al catalán de textos clásicos griegos y latinos.

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